lunes, 7 de junio de 2010

¿Exégesis contextualizada?

El pasado sábado tuve la oportunidad de asistir a las conferencias que dictó el profesor Rafael Aguirre, catedrático emérito de Nuevo Testamento en la facultad de Teología de Deusto. El tema era “la Biblia y la exégesis socio-política: introducción y aplicaciones”. Rafael Aguirre es uno de los biblistas españoles más destacados, pionero en España en la aplicación de las ciencias sociales a la exégesis bíblica, a lo que suma un trato personal afable.

Al concluir la segunda de sus exposiciones, en la que el profesor Aguirre expuso ejemplos bíblicos que mostraban el valor que aportan a la interpretación bíblica las ciencias sociales, hubo un tiempo de preguntas. Fue la última de éstas, la que me hizo pensar, especialmente la respuesta a la misma.

Aguirre puso el ejemplo de un profesor de Biblia en Alemania, catedrático de una prestigiosa universidad germana, que había aceptado un puesto de profesor en una universidad norteamericana, donde ‘le pagaban más’. Ya disponía de todos los medios, recursos y prestigios posibles, pero aún así marchó a EEUU. Frente a esta situación, contraponía la experiencia propia de hacer interpretación de las Escrituras en, por ejemplo, El Salvador, bajo un árbol, bajo un sol y calor ‘de justicia’. La idea es contraponer una situación ‘fuera de la realidad’ (¿?), el despacho, secretarias, bibliotecas y buena posición social en Alemania, frente a una situación vital ‘muy real y cierta’, la de la gente humilde de El Salvador.

Todo esto, para llegar a concluir en la necesidad de hacer exégesis bíblica contando con la experiencia vital, la cercanía a la realidad, la mayor proximidad al contexto vital bíblico de las gentes de Latinoamérica. No sé si estaré haciendo una lectura excesivamente tendenciosa de las palabras de Aguirre si añado, ‘desde el lugar del pobre’. En definitiva, afirmó que para hacer teología, para interpretar correctamente las escrituras necesitamos, en un proceso que denominó ‘recontextualizar el texto’, usar las herramientas de la exégesis científica pero, además, la perspectiva de las gentes de Latinoamérica (lugar en el que, Aguirre afirma, se lee más la Biblia).

Debo reconocer que la respuesta me dejó perplejo. No es que no esté familiarizado con el enfoque, ni que aprecie el valor de lo que aporta. Pero no pude dejar de sentirme fuera de lugar, y lo que me preocupa aún más, de que se quedaban fuera de lugar las gentes de Europa. Soy un estudiante de la Biblia europeo, que enseño y sirvo a la iglesia del Señor en Europa (podría hacerme la víctima diciendo que ser bautista en España es tan marginal como pocas cosas en este mundo, pero…).

Sin que mis observaciones siguientes sean presentadas en orden de prioridad o importancia, me permito ‘pensar en voz alta’ y plantear(me):

- Acepto la crítica a la imposición teológica desarrollada durante siglos por iglesias y teólogos anglos y germanos en el mundo en desarrollo. Es una suerte de imperialismo necesario de corregir.

- Necesitamos desarrollar una teología contextualizada, en las que el Evangelio responda a las situaciones vitales de sus lectores.

- Si lo afirmado anteriormente es cierto, ¿por qué repetir el error de descontextualizar la teología, haciendo que los europeos leamos las Escrituras desde la óptica trasatlántica del sur, o del norte? Más allá de los esfuerzos por una teología global, ¿habremos de descartar esfuerzos de reflexión teológica en Europa o EEUU? ¿Sólo teología de la culpa?

- Creo que es caricaturesco pensar que todos en Europa son ricos y pudientes y que, por tanto, en Europa sólo hay que hacer teología conscientes de la realidad ‘allende los mares’. ¿No tenemos nada que decir a los millones de inmigrantes y desplazados que llenan nuestras capitales? ¿No hay reflexión posible para las amplias clases medias que componen nuestras ciudades, porque comen todos los días? ¿Ni para los pequeños comerciantes que ven cerrarse el negocio familiar de toda una vida? ¿No hay esperanza Evangélica para los millones de parados, que ciertamente no viven en una favela, pero que pierden sus empleos y no pueden hacer frente a sus hipotecas y se ven abocados al desahucio? ¿Debemos ignorar las necesidades de nuestra juventud, porque pertenecen a la generación de Internet y del videojuego, y no atenderles en su crisis personal y de futuro? ¿Debemos decir a tantos profesionales cualificados sin empleo que no se quejen más, por la suerte que tienen de haber estudiado aunque sus vidas estén sin perspectiva? ¿No habremos de ejercitar nuestra vocación profética y denunciar la construcción social que hacen nuestros políticos, sobre el fundamento económico? ¿Haremos irrelevante la crisis de valores que sufren nuestras sociedades, porque en definitiva no es más que peccata minuta, frente a tragedias en otros lugares?

- ¿No hay cierta inclinación a la condena a priori en la constante descalificación de la teología y los teólogos europeos? ¿Cuánto tiempo tendremos que estar disculpándonos por ese oneroso pasado? ¿Cuándo podremos hacer teología para Europa, sin que se lea y juzgue desde sensibilidades foráneas, y por tanto descontextualizadas para nosotros? ¿No hay necesidad de encarnar el Evangelio en Europa y para Europa?

- Me resulta paternalista que teólogos europeos, por más españoles que sean, aunque cercanos y solidarios con Latinoamérica y simpatizantes con las teologías de la liberación, asuman que son la voz de los pobres. Y esto también podría decirse de teólogos latinoamericanos. Podría poner suficientes ejemplos de cuan diferentes (y cuasi-burgueses) acaban siendo esos intelectuales ‘de la liberación’. ¿Cuán real y fidedigna es esa voz? ¿Se reconocen en ella los pobres? Leía a un teólogo argentino que afirmaba que la teología de la liberación eligió a los pobres, y los pobres eligieron a los pentecostales, lo cual refleja bastante bien la situación, creo. El profesor Antonio González, en una más que recomendable reflexión sobre el tema afirma:

Recordemos que una de las intuiciones fundamentales de esa teología era
precisamente la "perspectiva del pobre''. La teología de la liberación afirmaba
que los pobres se encuentran en una situación privilegiada para entender el
Evangelio. Por eso el Evangelio de Jesús y de las primeras comunidades
cristianas se había dirigido primeramente a los pobres. La teología, se decía,
tiene que aprender de los pobres. La teología, se decía, es acto segundo,
mientras que la práctica cristiana, especialmente la de los pobres, es el acto
primero. Cuando los pobres no actúan tal como esa teología había previsto, ¿hay
que solucionar simplemente el asunto declarándolos alienados e ignorantes? ¿O
hay que revisar críticamente esa teología? Se trata de un dilema importante,
porque es precisamente la fidelidad a uno de los principios de esa teología lo
que inevitablemente parece conducirnos más allá de la misma, al menos más allá
de sus formas clásicas. No se trata de la fidelidad a un principio meramente
teológico. Se trata de un principio que parece anclado claramente en el
testimonio del Evangelio. Y se trata de la fidelidad y del respeto a los pobres
mismos y a su experiencia religiosa. En lugar de querer ser "voz de los sin
voz'', ¿no tiene sentido tratar de escuchar las voces de los pobres y de sus
iglesias, aunque esas voces suenen estridentes a los oídos cultos y medio
europeos de los teólogos? (Antonio González, “El pasado de la teología y el
futuro de la liberación”. http://www.centroseut.org/articulos/s2/separ049.pdf).

Nadie entienda mi reflexión como un rechazo a las propuestas del profesor Aguirre o de las teologías de la liberación en global. Pero, quizá por mi propia formación, necesito mirar críticamente cuanto se me plantea. No dar nada por sentado sin reflexión. Eso, por cierto, lo aprendí de los teólogos de la liberación.