viernes, 8 de octubre de 2010

LA PALABRA

Los pastores bautistas de Madrid nos reunimos periódicamente, pretendidamente una mañana de lunes al mes, en un desayuno fraternal que nos recuerda otra fraternidad mayor. Dedicamos ese tiempo a estrechar lazos de amistad, compartir inquietudes, meditar en las Escrituras y orar, y reflexionar sobre temas relevantes al ministerio que el Señor nos ha encomentado. En la última reunión se nos presentó la nueva traducción de las Escrituras, realizada por Sociedad Bíblica, La Palabra. El Mensaje de Dios para Ti, a cargo del pastor bautista José Luis Andavert, director general de Sociedad Bíblica en España.
La Palabra es una traducción totalmente original, pues no depende de una revisión previa, como sucede con las diversas versiones de Reina-Valera, o con la Dios Habla Hoy y la NVI, dependientes de sus predecesoras en en lengua inglesa. La Palabra está realizada desde las lenguas originales hebrea, aramea y griega.

La Palabra es una traducción que se ha marcado a sí misma una exigencia alta, pues se presenta como 'la Biblia que los evangélicos estábamos esperando'. Sin duda un reto desafiante, pues no es habitual en el pueblo protestante español transitar de una versión de la Biblia a otra. Personalmente, reconozco mi dependencia de la Reina-Valera del 60, Biblia en la que apredí a amar las Escrituras y cuyos versículos brotan en mi mente de manera 'natural'. Pero es evidente que no debemos sacralizar ninguna versión de las Escrituras y sí recibir con expectativa la aportación que una nueva traducción puede ofrecer. En su valoración deben acompañarnos algunos criterios importantes, e innegociables:
- Trabajar con los mejores manuscritos existentes. Llegar a categorizar las múltiples variantes de lectura existentes ha sido un proceso difícil para los eruditos. Pero cabe destacar que, por ejemplo en el Nuevo Testamento, las dos ediciones existentes de sus textos (Nestle-Aland 27 y UBS 4) coinciden totalmente, salvo en el aparato crítico, cuestión, en este caso secundaria. No caigamos en el error de pensar que la versión de la Biblia que mejor conocemos es el criterio de evaluación de una nueva traducción.
- Aplicar correctos criterios de traducción. Este es sin duda el elemento más complejo de la tarea, pues no se trata de la mera traducción de palabras, sino del sentido e intención del texto y su(s) contextos(s). Esto no lo puede hacer cualquiera y, cada vez menos, en aislamiento. Aquí se sobrepasan los criterios técnicos (por más que esenciales) y se entra campos sociológicos y teológicos, entre otros. Los equipos de traducción tienen que ser multidisciplinares. ¿Cuándo una expresión significa una cosa u otra, es decir, cuando su sentido es el de común comprensión o el propio del subgrupo que lo refiere? Esto supera el ámbito estrictamente filológico. Además se pantea la irresoluble decisión de traducir de manera literal (respetando las dificultades que el texto original ofrece, aunque se entienda peor) o traducir de manera que se disipen esas dificultades, en pro de una mejor comprensión lectora. No hay recetas mágicas en este respecto, por lo que debemos valorar el esfuerzo de los traductores, que con resignación llevan el sambenito: traduttore, traditore.
- Conocer bien el español. Puede parecer una obviedad, pero la calidad final de una traducción se hace evidente en la riqueza del vocabulario vernáculo que maneja. El texto debe adeucarse a la comprensión del lector, a la vez que retar y enriquecer su capacidad lectora y de alcance intelectual. El idioma, el lenguaje, es una realidad viva, por lo que no podemos mantener fórmulas idiomáticas en desuso.
- Por último, y por más que la traducción de textos es una tarea muy humana, al trabajar con el texto bíblico no se debe olvidar esa realidad especial de la Biblia, que no está escrita con mera tinta sino con el Espíritu de Dios, que causa vida.
Así pues, recibimos con interés a La Palabra, esperando que sea una aportación positiva a esa hermosa tarea y longeva tradición de comunicar 'el Mensaje de Dios para mí'.