jueves, 29 de noviembre de 2012

FELICIDADES, SAMUEL



Hacia el mediodía escuchaba cantar a los alumnos de la clase contigua a mi despacho. Cantaban "Cumpleaños Feliz" al profesor Samuel Escobar,[1] que acababa de llegar de Valencia para sus clases de la asignatura Teología Contemporánea. Sin duda, una expresión espontánea de afecto y aprecio.

En el pasillo, camino de clase, me comentaba (que no 'confesaba’, espero) que ayer cumplió 78 años. Toda una vida sobre sí, sin duda. Sin embargo, que nadie concluya equivocadamente una relación inversa entre edad (creciente) y actividad (decreciente). El profesor Escobar llega hoy de Valencia, imparte clases jueves y viernes en la Facultad Protestante de Teología UEBE y, nada más terminar, marcha para Sabadell, donde presentará la ponencia “Valores innegociables en la acción social cristiana” en el Forum Social 2012, organizado por la fundación ÁBSIDE. Trabajador incansable y gran pensador. Samuel mantiene esa mente inquieta y ávida de conocer, de la que todos nos beneficiamos en el aula o en la conversación informal. En un correo-e reciente me decía ‘ya me despertó el interés en el libro de Dunn que muestras, en castellano. Lo voy a buscar’.

Me permito recomendaros su último libro En busca de Cristo en América Latina (Buenos Aires: Ediciones Kairós, 2012, 495 pp.). Es una obra madurada durante años de lectura, reflexión y acción teológica, que será de obligada referencia para quienes deseen un compendio sobre el itinerario cristológico en la Latinoamérica del siglo XX, desde la óptica y referente protestante, sabiamente hilvanado con la diversa y compleja historia latinoamericana.

No puedo dejar de decir que me siento privilegiado por formar parte del excelente grupo de profesores que forman el claustro de nuestra Facultad, entre ellos, Samuel Escobar. Felicidades, amigo.



[1] Dr. Samuel Escobar es profesor titular de Misionología y Teología Contemporánea en la Facultad Protestante de Teología UEBE y catedrático emérito de Misionología en el Palmer Theological Seminary de Pennsylvania (EEUU)

miércoles, 21 de noviembre de 2012

RÜSCHLIKON 1992-2012

Este año se cumplen 20 de mi graduación (y la de mi mujer, Elena) en el Baptist Theological Seminary de Rüschlikon, Suiza.[1] Tras cuatro años de estudios, completé allí mi Licenciatura en  Teología (B.D.). La experiencia dejó una huella indeleble en mí. Aún hoy, tras un recorrido y conocimiento amplio de diversas instituciones teológicas europeas[2] y alguna norteamericana, sigo convencido del carácter único de esa institución, que nació como punto de encuentro de bautistas europeos tras la Segunda Guerra Mundial. Con los años, el ethos de la institución se internacionalizó de tal manera que recuerdo tener compañeros de los cinco continentes. Esa pluralidad de comprensiones de la realidad, esa diversidad de caracteres, hacían de la vida comunitaria la más importante asignatura a aprobar. A veces había fricciones, pero no había lugar para mi sola perspectiva, sino para la nuestra. Aprendimos que la vida se puede afrontar de muchas y diversas maneras. Y así crecimos en un ambiente de respeto mutuo, cediendo y ganando todos. La experiencia humana fue fantástica (y también divertida, por cierto).

Evidentemente, no todo era perfecto. En lo personal, Elena y yo nos marchamos al seminario recién casados, con un breve noviazgo, dejando atrás familia, iglesia, cultura, idioma, país, para empezar una vida en común llena de retos. Además, como muchos otros de los españoles que nos precedieron en Rüschlikon, éramos los únicos europeos que no recibían respaldo de su denominación. Pero esa es otra historia. Institucionalmente, nos tocó vivir la retirada de fondos económicos por parte de la Convención Bautista del Sur, que históricamente habían apoyado el proyecto de seminario bautista europeo, pero que con la llegada al poder de los fundamentalistas rompieron unilateralmente los acuerdos existentes. Con todo, las dificultades personales e institucionales también fueron parte del aprendizaje para el futuro.

El claustro internacional de profesores era amplio y diverso. Posiblemente, los docentes europeos fueron los que dejaron una más profunda impresión en generaciones de estudiantes, no solo en lo académico sino también en nuestro carácter.[3] De hecho, pensando en algunas de las improntas que dejaron sobre nosotros, podría destacar el valor de la identificación con la institución, como el profesor Claus Meister (Griego y Nuevo Testamento); Günter Wagner (Nuevo Testamento) nos marcó con el valor del rigor académico en la investigación; Thorwald Lorenzen (Teología Sistemática y Ética) nos inculcó el sentido de justicia y compromiso social; Hans Mallau (Hebreo y Antiguo Testamento) nos ganó con la afabilidad y humanidad del profesor.

Podría extenderme hablando sobre la calidad de la formación teológica recibida. El claustro docente era de primer orden, y el contexto incitaba al aprendizaje y la reflexión constante. La excelente biblioteca estaba abierta 24 horas al día, 7 días a la semana. Una noche de insomnio podía calmarse en la sala de lectura, donde no era extraño encontrar a alguien más allí, aunque fueran de madrugada. Leíamos con voracidad; conocíamos los últimos títulos de cualquier editorial tan pronto estaban en el mercado; vivíamos y debatíamos con pasión diferentes perspectivas teológicas y pastorales. Nuestras celdas de estudio estaban en marcha a las 6 de la mañana hasta bien entrada la noche, ávidos de saber. Y todo esto en un contexto internacional donde aprendíamos a respetar la diversidad y a reconocer la contextualidad de la teología; no había una solo forma de pensar y vivir la fe, como quizá creíamos cada uno antes de salir de nuestros países.

Sin embargo, más allá de esa sólida formación teológica, siempre me gusta destacar que Rüschlikon nos dejó a todos unos valores más altos, que a muchos nos han hecho ser inconformistas y luchadores:

1.    Prioridad y valor de la justicia como forma de entender la vida, las relaciones.
2.    Perspectiva crítica de la realidad, que no debe ser aceptada sin más; todo debe ser cuestionado y analizado antes de ser aceptado (o, en su defecto, debatido y cambiado).
3.    Sentido comprometido de la vida; los cambios no llegan por sí mismos, hay que provocarlos.

Somos varios españoles los que a lo largo de los años hemos pasado por las aulas de Rüschlikon. Por ejemplo, un líder bautista destacado como José Borrás fue formado teológicamente, entre otros lugares, en Rüschlikon, lo cual contribuyó a convertirle en un referente intelectual evangélico por varias generaciones. María Luisa Hidalgo fue la primera misionera de la obra bautista española al extranjero (al Yemen). José Luis Andavert, director general de Sociedad Bíblica y actual presidente de FEREDE (primer presidente bautista de FEREDE, sin contar, además, para su elección con respaldo institucional sino con su crédito personal y ministerial en el protestantismo español), obtuvo su licenciatura y máster en teología en Rüschlikon. 

Veinte años después, la vida sigue. El Seminario Teológico Bautista de Rüschlikon ya no existe. En 1995 fue trasladado a Praga (con otra impronta y personalidad) y en un 2014 recalará en Amsterdam como centro de estudios bautistas y anabautistas a nivel de doctorado. Con todo, Rüschlikon sigue presente y vivo en cuantos tuvimos el privilegio de pasar por sus aulas. Desde aquí mi homenaje a mi alma mater.



[1] Ante la posibilidad de hacer mis estudios teológicos en diferentes instituciones nacionales o internacionales, debo a mi buen amigo José Luis Andavert que me recomendara y animara a estudiar en Rüschlikon.
[2] Soy parte del core group del Consorcio de Instituciones Teológicas Bautistas Europeas (CEBTS, por sus siglas en inglés), junto con Mary Ruber (Ucrania) y Teun Van der Leer (Holanda), que preside el grupo. El consorcio está formado por casi una treintena de instituciones (www.cebts.eu).
[3] Por supuesto, también se podría destacar a grandes profesores norteamericanos que sirvieron en el seminario. Sirva mencionar, por el nexo con España, a David Hughey, considerado por el profesor Máximo García como figura clave en la configuración de la UEBE como denominación, y que dejó el trabajo misionero en España para marchar a Rüschlikon como profesor y presidente de la institución.

lunes, 12 de noviembre de 2012

UNA MUJER MEMORABLE


Esta mañana, durante mi tiempo de meditación privada, leía el libro de Ester (el único libro veterotestamentario del que, por cierto, no hay copia entre los manuscritos de la comunidad monástica de Qumrán) y, una vez más, me encontré con uno de mis personajes favoritos. No, no me refiero a la propia Ester. Tampoco aludo a Mardoqueo, su primo, que la crió como a su propia hija al quedar ésta huérfana. Uno de mis personajes favoritos en ese libro bíblico es una mujer a la que solemos prestar poca atención. La reina Ester es, sin duda, la protagonista principal y heroína del libro que lleva su nombre. Su valor y determinación sirvieron para librar a su pueblo, los judíos en el exilio persa, de los planes de exterminio de Amán, figura poderosa en la corte del rey Asuero (¿Jerjes I?). De la gesta de Ester queda como memorial la celebración de la fiesta de Purim. Pero, sin embargo, siempre he sentido admiración especial por la figura de Vasti, la reina y esposa del rey Asuero, cuya valentía y dignidad le supusieron perder su regia posición.
Nunca he sido seguidor de los grandes héroes mediáticos. Siempre me he sentido admirador de esas personas más o menos anónimas para el gran público, cuyos gestos puntuales afectan positivamente la vida de su prójimo. Eso me recuerda un dato presentado en una de las charlas de Patrick Cabanel[1] durante una de sus ponencias en las Jornadas sobre el Holocausto organizada y celebrada la semana pasada por mi Facultad Protestante de Teología UEBE. Ese dato, refiere a aquellos Justos entre las Naciones[2] que tras ser entrevistados no pensaban de sí mismos como héroes. Para ellos, los héroes eran aquellos que empuñaron las armas para defender a su país. No entendían su acción no violenta de salvar vidas de judíos que huían del exterminio nazi como una acción heroica, a pesar del gran riesgo personal que para ellos mismos suponía su valiente acción. Desde esta óptica es que Vasti se convierte para mí en uno de esos héroes anónimos (entiéndase, casi sin nombre en la memoria colectiva) cuya actuación es digna de recordar por cada generación.
Nos narra el texto bíblico que el rey Asuero, alegre del vino, quiso exhibir la belleza de su esposa Vasti ante los no menos alegres y distinguidos comensales. Tras ciento ochenta días de celebración y ostentación de su riqueza, Asuero decide mostrar a la reina Vasti como uno más de sus preciados trofeos. Nada extraño en la época. Sin embargo, y contra todo lo esperable en aquel tiempo, Vasti se niega a obedecer la orden, lo cual provocó la ira del rey y la decisión de apartarla para siempre del rey y despojarla de su posición real. El argumento de los consejeros del rey fue que no se debía permitir dicho desacato a la orden regia, además de que la acción de Vasti podría ser imitada por el resto de las mujeres y provocar una sublevación ante el impuesto sometimiento a sus maridos.
El proceso de selección de sustituta para Vasti es también notorio en el texto. Se convocó a jóvenes vírgenes cuya apariencia fuera del agrado del rey. El grupo de las elegidas pasaba a formar parte del harem real, y según el turno o voluntad del rey, llegaban por la tarde a la casa del rey, y a la mañana siguiente regresaban al harem. Ester ganó el favor del rey en este proceso, y se convirtió en la nueva esposa y reina.
Frecuentemente, el gesto de Vasti pasa inadvertido por varias razones. Una, el patrón patriarcal por el cual continuamos leyendo las Sagradas Escrituras, observando como normal lo que no debe serlo . Otra, porque la acción valiente y decidida de Ester (‘y si perezco [db;a'], que perezca’, 4.16) en favor de su pueblo, eclipsa cualquier otra gesta descrita en el texto. Ester demuestra que es más que una mujer hermosa. Sin embargo, el pequeño espacio en que Vasti centra la atención del texto, antes de ser apartada como consecuencia de su acción, deja un ejemplo digno de ser resaltado y recordado como un modelo a imitar en el tiempo presente.
Todavía hoy la mujer sufre la vejación de su natural dignidad humana con impuestas funciones de objeto para una sociedad machista. Todavía hoy, la mujer sigue siendo comercializada como mercancía en clubs, turismo sexual, a mano de mafias. Todavía hoy la mujer vive relaciones de sometimiento unilateral al marido, donde las relaciones son de poder, y no de mutuo amor y respeto. Todavía hoy, en los contextos religiosos, incluidos los cristianos evangélicos, la mujer sigue siendo ‘un buen complemento’, y no una persona cuya imagen y semejanza divina la hace tan apta o inapta como cualquier hombre (‘siervos inútiles somos’, según palabras del propio Jesús) para recibir lo que es una gracia inmerecida, en cualquier caso, incluso en los hombres.
Vasti tuvo el valor de reclamar su propia dignidad en un tiempo donde solo la idea supone un anacronismo. Vasti demostró el poder de la iniciativa y el ejemplo individual. Vasti demuestra la entelequia de los argumentos (incluso religiosos) en favor del sometimiento de la mujer; al final es una cuestión de poder.
Debo reconocer que me asombró positivamente descubrir que en la convocatoria del Consorcio Europeo de Centros Bautistas de Teología (CEBTS, por sus siglas en inglés), celebrada en 2010 en el Northern Baptist College de Manchester (ahora Northern Baptist Learning Community), nos reunimos en el ‘Aula Vasti’. Un reconocimiento merecido. Una memoria importante de tomar como ejemplo.


[1] Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Toulouse (Francia).
[2] Distinción otorgada por la Yad Vashem (institución israelí en memoria de las víctimas del Holocausto nazi) a aquellos no judíos que, sin mediar compensación económica, ayudaron desinteresada y arriesgadamente a ciudadanos judíos a librar sus vidas del exterminio nazi.