jueves, 25 de julio de 2013

OFICINA DE PRENSA DE FEREDE
Comunicado de FEREDE con motivo del trágico accidente ferroviario en Galicia



(Redacción, 25/07/2013) Con motivo del trágico accidente ferroviario acontecido anoche en las proximidades de Santiago de Compostela, la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España (FEREDE) ha emitido un comunicado que ha enviado, entre otros destinatarios, al presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, expresando la solidaridad y apoyo del pueblo evangélico español, junto con el compromiso de orar “para que el consuelo, la esperanza y la paz del Señor Jesucristo puedan alcanzar a todos los compostelanos y gallegos, hoy conmocionados y entristecidos por esta dolorosa tragedia”.

He aquí el texto completo del comunicado:

FEDERACIÓN DE ENTIDADES RELIGIOSAS EVANGÉLICAS DE ESPAÑA
Madrid, jueves 25 de julio de 2013
Ante la noticia del trágico accidente ferroviario acontecido ayer en las proximidades de la capital gallega, con el resultado de un elevado número de víctimas mortales y heridos, deseamos expresar, en nombre de las iglesias y entidades evangélicas y protestantes de toda España integradas en FEREDE, nuestras más sentidas condolencias y solidaridad para con los familiares de las víctimas mortales y para con los heridos, deseando a estos últimos una pronta y completa recuperación.

Del mismo modo, queremos hacer extensiva nuestra solidaridad y apoyo a las autoridades y a todo el personal médico y asistencial, cuerpo de bomberos, policía, psicólogos, etc., así como al conjunto de los ciudadanos de Santiago de Compostela y alrededores que, desde el primer momento, han estado y están trabajando sin descanso para asistir a las víctimas y a sus familiares.

Por último, oramos a Dios para que el consuelo, la esperanza y la paz del Señor Jesucristo puedan alcanzar a todos los compostelanos y gallegos, hoy conmocionados y entristecidos por esta dolorosa tragedia.

Vuestros en Cristo,

José Luis Andavert Escriche (Presidente)

Mariano Blázquez Burgo. (Secretario Ejecutivo)

Fuente: FEREDE | Redacción: Actualidad Evangélica
VÍDEO DEL ACCIDENTE FERROVIARIO


miércoles, 10 de julio de 2013

PASTORAL

Estoy leyendo el último (?) libro de Justo L. González, Breve historia de la preparación ministerial, editado por CLIE (2013). Acabo de empezar, y espero hacer una reseña del mismo en breve. Pero antes de adentrarme más en un libro que, a pesar de breve, me parece muy pertinente e interesante, quisiera compartir algunas reflexiones personales acerca del ministerio pastoral.
Es evidente que hablo desde una perspectiva subjetiva pero no carente de criterio. El hecho de pertenecer a una de las familias del protestantismo histórico español me da una cierta perspectiva espacial y temporal. Mi ubicación profesional en un centro histórico de formación teológica protestante en España, y mis más de 20 años de experiencia pastoral (además de ser hijo de pastor) me permiten tener una perspectiva suficientemente informada y amplia de situaciones que se están dando en el área del ministerio pastoral. Eso, por no mencionar mi experiencia ministerial y formativa fuera de España, que aumentaría los parámetros de análisis.
La perspectiva y percepción del ministerio pastoral está cambiando en los últimos años. Soy parte de una generación de pastores que ronda los cincuenta años (¡a mí aún me faltan unos cuantos para llegar!), por lo que he conocido una forma de entender qué es ser pastor y, a su vez, veo a mi alrededor esos cambios que rompen con la perspectiva más tradicional. Al mirar a estos cambios, tan solo pretendo reflexionar sobre aquellos valores en el ministerio pastoral que creo son atemporales, por más que los tiempos cambien. A eso me quiero ceñir. Los aspectos contextuales cambiantes y cambiables los dejo para mejor ocasión.
Una de las situaciones más comunes que me encuentro en congregaciones que buscan pastor es la de enfatizar la cercanía del posible nuevo pastor o pastora a la congregación; es decir, para ponerlo muy claro y escueto, que visite. Todavía no he encontrado un elemento que concite mayor coincidencia entre congregaciones dispares en forma y fondo. Que el pastor sea alguien cercano, atento y pendiente de la vida de las personas que forman de una manera u otra la congregación. Algunos rechazan el término porque les suena a ‘católico-romano’, pero el tradicional concepto de cura de almas creo que mantiene su validez (sin perdernos aquí en semánticas) y, para el caso, nos sirve. Esa función tradicional de acompañar al individuo y la congregación en el proceso de maduración espiritual, de consolación, de sanidad, de liberación (en el sentido más amplio y no el neopentecostal que nos acucia), de formación, de santificación, el consejo sabio, la palabra de aliento, etc. La primera vez que, hace ya algunos años, oí a un compañero salirse de esa concepción del pastorado fue cuando se definía a sí mismo como ‘pastor de oficina’. De ahí hasta ahora, mucho camino recorrido. Ahora muchos pastores aspiran a equipararse o toman sus referentes en modelos gerenciales (de empresa). Su tarea ya no requiere cercanía sino organización, cosa que no entiendo porqué convierten en alternativas. Se puede ser cercano y bien organizado. El problema radica en la percepción de la organización. La estructura organizativa no es evangélica sino empresarial. Y también los objetivos. El pastor pierde visibilidad hacia la congregación en favor de actividades ‘organizativas’. Planificar, organizar, gestionar, reuniones, resultados, objetivos, evaluación, etc., se convierten en el lenguaje pastoral actual de muchos, a costa de un modelo de guía eclesial fundamentado en la cercanía, el ejemplo, y no tan solo en organigramas eclesiales. Mucho de la imitatio Christi que provenía de mirar al ejemplo de vida del pastor se pierde, porque al pastor se le ve poco. Encarnar el reto de Pablo de ‘sed imitadores de mí, como yo de Cristo’ se pierde por ‘incomparecencia’.
Otra idea denostada pero importante como pocas cosas, me parece a mí, es la del sermón dominical como ‘alimento espiritual para la semana’; esto ha perdido su función. Soy consciente de que no se mantiene una vida espiritual de domingo a domingo, pero no se ha mejorado nada con púlpitos que son tarimas de entretenimiento, donde la centralidad de la Palabra y la exégesis y exposición fiel del texto (y contextualizada) se sustituyen con multitud de experiencias y anécdotas, que entretienen al auditorio pero que les deja tan vacíos como entraron. Qué lejos quedan esos sermones que envigorizaban a la congregación y que les encauzaban para afrontar la semana. Los pastores ya no predican con frecuencia, porque siempre hay un invitado interesante o porque hay alguien que ‘también lo hace bien’ (¡qué duda cabe!), ya que están muy ocupados en otros menesteres ‘más importantes’. Cuán grave error cometemos al descuidar dos elementos fundamentales (que no únicos) en la proyección del ministerio de un pastor sobre su iglesia: la cercanía personal y el púlpito. Se me ocurren pocos casos de pastores que, cuidando el púlpito y apacentando a la grey, hayan fracasado en sus ministerios.
Otro elemento de cambio en la percepción del ministerio pastoral es la movilidad. Un pastor siempre tiene la maleta a medio hacer, creíamos, aunque después el Señor le tenga toda una vida en una misma congregación. Pero muchos hoy no están dispuestos a pagar el precio que el llamamiento al ministerio pastoral requiere. Alguien me decía que ser pastor no significa ir como un caracol ‘con la casa a cuestas’. Y eso es cierto, en parte; porque sí lo requiere y debe ser asumido. Hoy, ya desde el proceso de formación, aquellos que sienten el llamamiento pastoral alegan que no se les puede pedir que abandonen sus ciudades de origen, ni sus trabajos, ni sus comodidades (legítimamente obtenidas) para, por ejemplo, ir al seminario. Todo debe girar a su alrededor; hay que llevarles la formación a la puerta de casa y solo pueden pastorear su iglesia local. ‘Lo otro ya no se lleva’.
Dejo la reflexión aquí. Creo que son aspectos suficientes (aunque no exhaustivos) para ver que se está produciendo un cambio y, en estos casos, no creo que para mejor. El pastor como guía cercano de individuos y congregación, frente a gerentes poco accesibles, con objetivos de marketing empresarial y no según los criterios contraculturales del Reino de Dios; el valor de la calidad y continuidad en el sermón dominical, frente a la alternancia y entretenimiento; la entrega y renuncia vital por el llamamiento ministerial, como un modelo de vida, entregada, discipular y ejemplar. Cercanía, desde la Palabra y como modelo de vida, son aspectos irrenunciables de la pastoral.

Cuando los pastores nos quejamos de lo devaluado que está el ministerio pastoral, sin duda hay razón en la queja. Las iglesias y el liderazgo denominacional han denostado, en muchos casos, la figura pastoral de manera injusta. Pero en otras ocasiones, los propios pastores hemos contribuido a ese descrédito. Si nada de lo que era característico de un pastor ya le es propio, pues muchos otros lo pueden hacer, y ya no se quiere pagar el precio de dejarlo todo para responder al más hermoso llamamiento que persona alguna pueda recibir, entonces, ‘cualquiera puede ser pastor’, y por tanto, sobran los pastores. El efecto péndulo de esta situación lo estamos viendo en el creciente acercamiento de las iglesias a modelos pastorales muy autoritarios y verticales, donde ‘el pastor es pastor’. Aquellos polvos trajeron estos lodos.