sábado, 7 de septiembre de 2013

REFLEXIONES SOBRE UN CONGRESO DE TEOLOGÍA

Este fin de semana se está celebrando el 33 Congreso de Teología de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, bajo el título ‘La Teología de la Liberación, Hoy’. La Juan XXIII aglutina a buena parte de los sectores más progresistas dentro de la Iglesia Católica Romana de España, contando con la participación de algún que otro teólogo protestante. Destaca su énfasis en “hacer de la opción preferencial por los pobres marco básico y lugar epistemológico de la reflexión teológica”.
Para muchos evangélicos, tan solo los términos aludidos hasta ahora –católico; Juan XXIII; progresistas; opción preferencial por los pobres; Teología de la Liberación- nos pueden llevar a percibir la Asociación como algo ajeno a su realidad, a su forma de entender y vivir la fe. Ese no es ‘el/su evangelio’. Si a eso añadimos que el lugar de reunión es la sede de un sindicato comunista, el desencuentro con un buen número de evangélicos no podría ser mayor.
El congreso de este año tiene una serie de ponencias de las que me gustaría destacar algunos de los títulos:
La situación económica y política del mundo
Testimonios de liberación
Diálogos sobre feminismo, derechos humanos y teología de la liberación en Europa
Otro mundo es necesario: Justicia y solidaridad
La iglesia de los pobres
Ciertamente, no es nuestra jerga evangélica habitual. No son los temas que aparecen en nuestras reuniones, convenciones o asambleas denominacionales. Sin embargo, no dejo de preguntarme, al pensar en esos temas y sus implicaciones, si no son los temas que Jesús mismo trataba, aunque lo hiciera con palabras y gestos propios de su tiempo. Su condena de las riquezas y el materialismo; su respaldo a los pobres y destituidos sociales; las advertencias a los ricos; las experiencias liberadoras de mujeres y marginados; la llegada de una forma distinta de ser y hacer en el mundo, por medio del reino de los cielos que en él se encarna e inaugura.
No sé cómo irá el congreso. Posiblemente no hablen el mismo lenguaje que hablamos muchos de los evangélicos y carezca de nuestra especial sensibilidad hacia ‘lo espiritual’. Pero quizás apunta en mejor dirección que muchos de nosotros, asumiendo el reto de intentar dar sentido a las palabras de Jesús:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón,
a pregonar libertad a los cautivos
y vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos
y a predicar el año agradable del Señor»