En
‘Papeles’, el Suplemento del Cuaderno núm. 181 de la revista Cristianismo y Justicia, podemos leer la
reflexión ‘¿Hacia dónde va la democracia?’, a cargo de Elvira Durán Costell.
Permitidme que reproduzca literalmente unos párrafos del primer punto, La
democracia en crisis:
Las
causas de esta crisis son múltiples:
-
Una
dinámica institucional que ha favorecido un tipo de carrera profesional
política y un desarrollo de estructuras organizativas altamente burocratizadas
y vinculadas a la gestión y al control del poder institucional.
-
Una
desafección y un creciente desinterés por la política de mucha gente con
vocación de transformación social y de servicio público, que ha redirigido su
trabajo y dedicación hacia otros espacios y organizaciones, diferentes de las
tradicionales.
-
Una
dinámica social y cultural muy individualista, interesada y hedonista; que ha
pensado que todo esto de ‘los asuntos públicos’ era una cuestión de políticos y
que lo que teníamos que hacer cada uno de nosotros era vivir la vida, nuestra
familia, nuestros pequeños proyectos…
No
puedo negar que mi sorpresa fue mayúscula, cuando vi reflejada la realidad de
una denominación o comunidad eclesial. La articulista está hablando de estructuras
institucionales burocratizadas y que se dedican a su propio mantenimiento, a
ser un fin en sí mismo. ¡No es un problema solo en la política! La desafección
de los fieles se hace cada vez más evidente en una pronunciada introversión, en
la que solo importa, en el mejor de los casos, su comunidad local (‘lo
denominacional no interesa’) o proyectos puntuales y cercanos, con los que se
identifican y, entonces, apoyan.
Continúa
diciendo Durán Costell que…
…[l]a mayoría de
los ciudadanos [miembros] piensan que las
instituciones políticas [denominacionales]
que tenemos, tal como funcionan en la actualidad, no nos representan… porque
han cogido una dinámica de desconexión con la ciudadanía [membresía], se han burocratizado y se han alejado
de las luchas sociales….
Urge reinventar
estas instituciones [directivas denominacionales]
para que puedan hacer frente a los nuevos retos. Una reivindicación que las
vuelva a conectar con la ciudadanía [(membresía de
las) iglesias]….
Añadido
a esto, hace unos días asistí a la conferencia “La crisis: desafío a las
reservas éticas y espirituales de las religiones”, organizada por Cristianos
Socialistas (PSOE) a través del Foro Tender Puentes de Madrid. Una de las
frases que llamó mi atención fue la pronunciada por José Antonio Pérez Tapias,
catedrático de Filosofía de la Educación en la Universidad de Granada, diputado
socialista por esa misma ciudad y cristiano. Hablando de la iglesia católica
romana, en particular, y aludiendo a todas las demás en general, afirmó que la
iglesia busca salvarse a sí misma, sacrificando su dimensión profética y, por
tanto mostrándose deficiente en su capacidad de escucha. Esto explica, entre
otras cosas, el problema de credibilidad de las iglesias.
Para el político socialista madrileño,
Rafael Simancas, es imprescindible regresar a los valores, a los
principios, porque "nos recuerdan quiénes y para qué somos, pero sobre
todo hacia dónde vamos". Esto lo decía sobre el partido socialista,
indicando la necesidad de "recuperar nuestro rumbo" e hizo un
llamamiento a "una renovación de fondo" en las políticas
y actitudes de los partidos, especialmente del suyo.... Para la Iglesia, "la única solución es la vuelta a Dios".
Decía el Señor, por medio del profeta Jeremías:
Si te
convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso
de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a
ellos’ (Jer. 15.19).
Nada
más pertinente hoy.
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