"Dos factores fueron especialmente decisivos. Uno fue
mi creciente empatía con la idea de Einstein y de otros científicos notables de
que tenía que haber una Inteligencia detrás de la complejidad integrada
del universo físico. El segundo era mi propia idea de que la complejidad
integrada de la vida misma —que es mucho más compleja que el universo físico—
solo puede ser explicada en términos de una fuente inteligente. Creo que el
origen de la vida y de la reproducción sencillamente no pueden ser explicados
desde una perspectiva biológica, a pesar de los numerosos esfuerzos para
hacerlo. Con cada año que pasa, cuanto más descubrimos de la riqueza y de la
inteligencia inherente a la vida, menos posible parece que una sopa química pueda
generar por arte de magia el código genético. Se me hizo palpable que la
diferencia entre la vida y la no-vida era ontológica y no química. La mejor
confirmación de este abismo radical es el cómico esfuerzo de Richard Dawkins
para aducir en El espejismo de Dios que el origen de la vida puede
atribuirse a un “azar afortunado”. Si este es el mejor argumento que se tiene,
entonces el asunto queda zanjado. No, no escuché ninguna voz. Fue la evidencia
misma la que me condujo a esta conclusión." ANTONY FLEW
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