miércoles, 21 de noviembre de 2012

RÜSCHLIKON 1992-2012

Este año se cumplen 20 de mi graduación (y la de mi mujer, Elena) en el Baptist Theological Seminary de Rüschlikon, Suiza.[1] Tras cuatro años de estudios, completé allí mi Licenciatura en  Teología (B.D.). La experiencia dejó una huella indeleble en mí. Aún hoy, tras un recorrido y conocimiento amplio de diversas instituciones teológicas europeas[2] y alguna norteamericana, sigo convencido del carácter único de esa institución, que nació como punto de encuentro de bautistas europeos tras la Segunda Guerra Mundial. Con los años, el ethos de la institución se internacionalizó de tal manera que recuerdo tener compañeros de los cinco continentes. Esa pluralidad de comprensiones de la realidad, esa diversidad de caracteres, hacían de la vida comunitaria la más importante asignatura a aprobar. A veces había fricciones, pero no había lugar para mi sola perspectiva, sino para la nuestra. Aprendimos que la vida se puede afrontar de muchas y diversas maneras. Y así crecimos en un ambiente de respeto mutuo, cediendo y ganando todos. La experiencia humana fue fantástica (y también divertida, por cierto).

Evidentemente, no todo era perfecto. En lo personal, Elena y yo nos marchamos al seminario recién casados, con un breve noviazgo, dejando atrás familia, iglesia, cultura, idioma, país, para empezar una vida en común llena de retos. Además, como muchos otros de los españoles que nos precedieron en Rüschlikon, éramos los únicos europeos que no recibían respaldo de su denominación. Pero esa es otra historia. Institucionalmente, nos tocó vivir la retirada de fondos económicos por parte de la Convención Bautista del Sur, que históricamente habían apoyado el proyecto de seminario bautista europeo, pero que con la llegada al poder de los fundamentalistas rompieron unilateralmente los acuerdos existentes. Con todo, las dificultades personales e institucionales también fueron parte del aprendizaje para el futuro.

El claustro internacional de profesores era amplio y diverso. Posiblemente, los docentes europeos fueron los que dejaron una más profunda impresión en generaciones de estudiantes, no solo en lo académico sino también en nuestro carácter.[3] De hecho, pensando en algunas de las improntas que dejaron sobre nosotros, podría destacar el valor de la identificación con la institución, como el profesor Claus Meister (Griego y Nuevo Testamento); Günter Wagner (Nuevo Testamento) nos marcó con el valor del rigor académico en la investigación; Thorwald Lorenzen (Teología Sistemática y Ética) nos inculcó el sentido de justicia y compromiso social; Hans Mallau (Hebreo y Antiguo Testamento) nos ganó con la afabilidad y humanidad del profesor.

Podría extenderme hablando sobre la calidad de la formación teológica recibida. El claustro docente era de primer orden, y el contexto incitaba al aprendizaje y la reflexión constante. La excelente biblioteca estaba abierta 24 horas al día, 7 días a la semana. Una noche de insomnio podía calmarse en la sala de lectura, donde no era extraño encontrar a alguien más allí, aunque fueran de madrugada. Leíamos con voracidad; conocíamos los últimos títulos de cualquier editorial tan pronto estaban en el mercado; vivíamos y debatíamos con pasión diferentes perspectivas teológicas y pastorales. Nuestras celdas de estudio estaban en marcha a las 6 de la mañana hasta bien entrada la noche, ávidos de saber. Y todo esto en un contexto internacional donde aprendíamos a respetar la diversidad y a reconocer la contextualidad de la teología; no había una solo forma de pensar y vivir la fe, como quizá creíamos cada uno antes de salir de nuestros países.

Sin embargo, más allá de esa sólida formación teológica, siempre me gusta destacar que Rüschlikon nos dejó a todos unos valores más altos, que a muchos nos han hecho ser inconformistas y luchadores:

1.    Prioridad y valor de la justicia como forma de entender la vida, las relaciones.
2.    Perspectiva crítica de la realidad, que no debe ser aceptada sin más; todo debe ser cuestionado y analizado antes de ser aceptado (o, en su defecto, debatido y cambiado).
3.    Sentido comprometido de la vida; los cambios no llegan por sí mismos, hay que provocarlos.

Somos varios españoles los que a lo largo de los años hemos pasado por las aulas de Rüschlikon. Por ejemplo, un líder bautista destacado como José Borrás fue formado teológicamente, entre otros lugares, en Rüschlikon, lo cual contribuyó a convertirle en un referente intelectual evangélico por varias generaciones. María Luisa Hidalgo fue la primera misionera de la obra bautista española al extranjero (al Yemen). José Luis Andavert, director general de Sociedad Bíblica y actual presidente de FEREDE (primer presidente bautista de FEREDE, sin contar, además, para su elección con respaldo institucional sino con su crédito personal y ministerial en el protestantismo español), obtuvo su licenciatura y máster en teología en Rüschlikon. 

Veinte años después, la vida sigue. El Seminario Teológico Bautista de Rüschlikon ya no existe. En 1995 fue trasladado a Praga (con otra impronta y personalidad) y en un 2014 recalará en Amsterdam como centro de estudios bautistas y anabautistas a nivel de doctorado. Con todo, Rüschlikon sigue presente y vivo en cuantos tuvimos el privilegio de pasar por sus aulas. Desde aquí mi homenaje a mi alma mater.



[1] Ante la posibilidad de hacer mis estudios teológicos en diferentes instituciones nacionales o internacionales, debo a mi buen amigo José Luis Andavert que me recomendara y animara a estudiar en Rüschlikon.
[2] Soy parte del core group del Consorcio de Instituciones Teológicas Bautistas Europeas (CEBTS, por sus siglas en inglés), junto con Mary Ruber (Ucrania) y Teun Van der Leer (Holanda), que preside el grupo. El consorcio está formado por casi una treintena de instituciones (www.cebts.eu).
[3] Por supuesto, también se podría destacar a grandes profesores norteamericanos que sirvieron en el seminario. Sirva mencionar, por el nexo con España, a David Hughey, considerado por el profesor Máximo García como figura clave en la configuración de la UEBE como denominación, y que dejó el trabajo misionero en España para marchar a Rüschlikon como profesor y presidente de la institución.

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