lunes, 12 de noviembre de 2012

UNA MUJER MEMORABLE


Esta mañana, durante mi tiempo de meditación privada, leía el libro de Ester (el único libro veterotestamentario del que, por cierto, no hay copia entre los manuscritos de la comunidad monástica de Qumrán) y, una vez más, me encontré con uno de mis personajes favoritos. No, no me refiero a la propia Ester. Tampoco aludo a Mardoqueo, su primo, que la crió como a su propia hija al quedar ésta huérfana. Uno de mis personajes favoritos en ese libro bíblico es una mujer a la que solemos prestar poca atención. La reina Ester es, sin duda, la protagonista principal y heroína del libro que lleva su nombre. Su valor y determinación sirvieron para librar a su pueblo, los judíos en el exilio persa, de los planes de exterminio de Amán, figura poderosa en la corte del rey Asuero (¿Jerjes I?). De la gesta de Ester queda como memorial la celebración de la fiesta de Purim. Pero, sin embargo, siempre he sentido admiración especial por la figura de Vasti, la reina y esposa del rey Asuero, cuya valentía y dignidad le supusieron perder su regia posición.
Nunca he sido seguidor de los grandes héroes mediáticos. Siempre me he sentido admirador de esas personas más o menos anónimas para el gran público, cuyos gestos puntuales afectan positivamente la vida de su prójimo. Eso me recuerda un dato presentado en una de las charlas de Patrick Cabanel[1] durante una de sus ponencias en las Jornadas sobre el Holocausto organizada y celebrada la semana pasada por mi Facultad Protestante de Teología UEBE. Ese dato, refiere a aquellos Justos entre las Naciones[2] que tras ser entrevistados no pensaban de sí mismos como héroes. Para ellos, los héroes eran aquellos que empuñaron las armas para defender a su país. No entendían su acción no violenta de salvar vidas de judíos que huían del exterminio nazi como una acción heroica, a pesar del gran riesgo personal que para ellos mismos suponía su valiente acción. Desde esta óptica es que Vasti se convierte para mí en uno de esos héroes anónimos (entiéndase, casi sin nombre en la memoria colectiva) cuya actuación es digna de recordar por cada generación.
Nos narra el texto bíblico que el rey Asuero, alegre del vino, quiso exhibir la belleza de su esposa Vasti ante los no menos alegres y distinguidos comensales. Tras ciento ochenta días de celebración y ostentación de su riqueza, Asuero decide mostrar a la reina Vasti como uno más de sus preciados trofeos. Nada extraño en la época. Sin embargo, y contra todo lo esperable en aquel tiempo, Vasti se niega a obedecer la orden, lo cual provocó la ira del rey y la decisión de apartarla para siempre del rey y despojarla de su posición real. El argumento de los consejeros del rey fue que no se debía permitir dicho desacato a la orden regia, además de que la acción de Vasti podría ser imitada por el resto de las mujeres y provocar una sublevación ante el impuesto sometimiento a sus maridos.
El proceso de selección de sustituta para Vasti es también notorio en el texto. Se convocó a jóvenes vírgenes cuya apariencia fuera del agrado del rey. El grupo de las elegidas pasaba a formar parte del harem real, y según el turno o voluntad del rey, llegaban por la tarde a la casa del rey, y a la mañana siguiente regresaban al harem. Ester ganó el favor del rey en este proceso, y se convirtió en la nueva esposa y reina.
Frecuentemente, el gesto de Vasti pasa inadvertido por varias razones. Una, el patrón patriarcal por el cual continuamos leyendo las Sagradas Escrituras, observando como normal lo que no debe serlo . Otra, porque la acción valiente y decidida de Ester (‘y si perezco [db;a'], que perezca’, 4.16) en favor de su pueblo, eclipsa cualquier otra gesta descrita en el texto. Ester demuestra que es más que una mujer hermosa. Sin embargo, el pequeño espacio en que Vasti centra la atención del texto, antes de ser apartada como consecuencia de su acción, deja un ejemplo digno de ser resaltado y recordado como un modelo a imitar en el tiempo presente.
Todavía hoy la mujer sufre la vejación de su natural dignidad humana con impuestas funciones de objeto para una sociedad machista. Todavía hoy, la mujer sigue siendo comercializada como mercancía en clubs, turismo sexual, a mano de mafias. Todavía hoy la mujer vive relaciones de sometimiento unilateral al marido, donde las relaciones son de poder, y no de mutuo amor y respeto. Todavía hoy, en los contextos religiosos, incluidos los cristianos evangélicos, la mujer sigue siendo ‘un buen complemento’, y no una persona cuya imagen y semejanza divina la hace tan apta o inapta como cualquier hombre (‘siervos inútiles somos’, según palabras del propio Jesús) para recibir lo que es una gracia inmerecida, en cualquier caso, incluso en los hombres.
Vasti tuvo el valor de reclamar su propia dignidad en un tiempo donde solo la idea supone un anacronismo. Vasti demostró el poder de la iniciativa y el ejemplo individual. Vasti demuestra la entelequia de los argumentos (incluso religiosos) en favor del sometimiento de la mujer; al final es una cuestión de poder.
Debo reconocer que me asombró positivamente descubrir que en la convocatoria del Consorcio Europeo de Centros Bautistas de Teología (CEBTS, por sus siglas en inglés), celebrada en 2010 en el Northern Baptist College de Manchester (ahora Northern Baptist Learning Community), nos reunimos en el ‘Aula Vasti’. Un reconocimiento merecido. Una memoria importante de tomar como ejemplo.


[1] Catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Toulouse (Francia).
[2] Distinción otorgada por la Yad Vashem (institución israelí en memoria de las víctimas del Holocausto nazi) a aquellos no judíos que, sin mediar compensación económica, ayudaron desinteresada y arriesgadamente a ciudadanos judíos a librar sus vidas del exterminio nazi.

1 comentario:

  1. Nunca me lo había puesto a pensar, pero es verdad, Vasti fue una mujer que supo guardar su lugar y su dignidad frente a la bajeza que el rey Asuero la quiso someter. Interesante artículo!!!!.

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