domingo, 31 de marzo de 2013

HE IS RISEN, INDEED!

Hoy he tenido la gozosa oportunidad de rememorar la resurrección del Señor con mi familia en la Immanuel Baptist Church. Es domingo de resurrección y vamos a la iglesia con mayor ilusión y expectativa, pues en este día del calendario cristiano recordamos y celebramos de manera especial lo que da sentido a nuestra fe. ¡El Señor resucitó, y tanto la vida como la esperanza de su plenitud se abren para nosotros! 
El culto ha sido hermoso, pues ha sido preparado con esmero para que todo (oraciones, lecturas, música, predicación) abunde en el hecho que celebramos. Esto puede parecer una obviedad, pero desgraciadamente el alabancismo reinante en muchas de nuestras congregaciones, sumado a un   desinterés por la liturgia, hacen que todos los cultos parezcan lo mismo, sin atender a la fecha en cuestión.
Como decía, el tiempo de culto ha sido inspirador. Destaco de manera especial, por más que habitual, el sermón predicado por el pastor y compañero de Facultad David Dixon, lleno de enseñanza e inspiración ('cada pastor un teólogo; cada teólogo un pastor', reza el dicho de la Reforma), así como la intervención del coro de la iglesia que interpretó de manera magistral e inspiradora el 'Aleluya' de Haendel. Pero algo que me ha conmovido de manera especial ha sido  un acto sencillo, pero lleno de significado. Dado el carácter internacional de nuestra comunidad, se invitó a representantes de distintas nacionalidades y etnias a declarar en su idioma o dialecto que el Señor ha resucitado, "The Lord is risen", a lo que la congregación respondía en cada ocasión, "he is risen, indeed". Alrededor de treinta formas diferentes de proclamar la resurrección del Señor, que llenó mis ojos de lágrimas. Algo tan sencillo y, a la vez, tan poderoso. Gente de todo raza y nación confesando la auténtica vida en Jesucristo. En un mundo donde los pueblos viven enfrentados, donde la vida es vejada y privada de su dignidad de tantas formas y maneras, la iglesia unida protesta contra esa maldad y confiesa la vida auténtica que viene de Dios, quien levantó a Jesús de los muertos y a nosotros nos da nueva vida.
Por tanto, confesamos con gozo la resurrección del Señor Jesús y la nueva vida que trae, pero sin olvidar que su presencia no es completa aún. La sombra de la cruz se yergue sobre nosotros en la realidad de todos aquellos que sufren injusticia, sobre los cuales la muerte en sus múltiples expresiones aún impera. De estos debemos hacer nuestro su sufrimiento, hasta que a ellos la vida también les alcance y juntos podamos confesar, "el Señor resucitó, ¡aleluya!"

1 comentario:

  1. Estoy encantado con tu blogg. Cosas tan sencillas y tan potentes, como esa cruz tan pintoresca que debe ser de El Salvador, el crucificado es el resucitado.

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