He leído (y traducido) esta reflexión en un blog y me ha hecho pensar y empatizar con su autor, así como con tantas víctimas de un sufrimiento que les desborda y que, con frecuencia, aconsejamos mal. A ver qué os parece.
Confrontando la mentira de que Dios
no le dará más de lo que puede soportar
Las últimas tres semanas han sido las más difíciles que he vivido.
Estas tres semanas han estado llenas de enfermedad; los terribles tres (los
terribles dos son una absoluta mentira [el autor se refiere a la creencia
popular de que los niños a los dos años de edad pasan a ser muy difíciles de
manejar]); un amigo que sufre la consecuencia del pecado; un ministerio de
vértigo del que soy parte en confusión y dolor; he tenido que cancelar un viaje
para celebrar el 60 cumpleaños de mis padres; y nuestra familia experimenta la
montaña rusa emocional de saber que mi mujer está embarazada y que el embarazo
era ectópico y podría ser mortal para mi esposa si no se le pone fin.
Ni que decir tiene que ya he tenido suficiente.
Sé que no estoy solo. Por más que las últimas tres semanas han sido duras
para mí, sé que algunas personas han tenido que afrontar mucho más y por mucho
más tiempo. Pero eso no cambia el hecho de que esto ha sido doloroso para mí y
mi esposa. A la vista de todo esto, honestamente puedo decir que no siento
ninguna presión para ser el "pastor" y tener la respuesta para esto.
Honestamente, ni siquiera como pastor tengo una respuesta para esto. Mis
preguntas a Dios sobre la realidad de lo que mi familia ha experimentado en las
últimas tres semanas son las mismas preguntas que cualquiera le haría.
¿Por qué?
¿Por qué no intervienes?
¿Por qué no haces algo?
¿Por qué no lo arreglas?
¿Por qué no pudiste apartar las nubes y darnos un respiro?
¿Por qué todo a la vez?
¿Por qué?
No sólo me siento bien haciendo esas preguntas, sino que creo que hay
algo santo y sagrado en ser lo suficientemente valiente como para preguntarlo.
No se deje engañar, esas preguntas son sólo para valientes. Es fácil recurrir a
tópicos cristianos diseñadas para hacer que las personas se sienten mejor con
la teología de pegatinas y panfletos. Pero axiomas insípidos sirven de poco ante
el estado real de ruptura del mundo. Es más valiente hacer las preguntas
difíciles a Dios y esperar a que responda, a encontrar esperanza junto a una taza
de café. Esas preguntas requieren valor, ya que, al final, es muy probable que
no sean contestadas.
En definitiva, no se trata de las preguntas. Detrás de las preguntas hay
una profunda corriente de emoción que amenaza con superarnos. Pero muy a
menudo, cuando la fractura del universo amenaza con tragarnos en nuestro dolor,
no somos capaces de conseguir afrontar plenamente nuestras emociones. En estos
momentos creo que hacemos una de dos cosas. O hacemos las preguntas, pero nunca
investigamos qué emoción está impulsando esas preguntas, o se recurre a algún
lema cristiano banal para tratar de hacernos sentir mejor.
Esta experiencia me obligó a pensar en una de esas frases que se
suelen usar cuando alguien está pasando un mal momento: Dios no te va a dar más
de lo que puedas soportar. Si me permite el atrevimiento, vamos a llamar las
cosas por su nombre:
¡Chorradas!
Que se lo digan a
un sobreviviente de Auschwitz.
Que se lo digan al
hombre que perdió a su mujer y a su hijo en un accidente de coche.
Que se lo digan a
la chica cuya inocencia le fue robada por la fuerza.
Que se lo digan a
la persona aplastada bajo el peso de la depresión y la ansiedad.
Que se lo digan a
los niños que acaban de saber que uno de sus padres tiene una enfermedad
terminal.
Sentimientos anémicos, deficientes que no se sostendrán en un mundo
que no es como debería ser.
Ahora que ya he dicho lo que siento, quiero respaldar esta discusión
con alguna evidencia bíblica real. Esta declaración en particular, que
"Dios no te dará más de lo que puedas soportar," ni siquiera está en
la Biblia. Hay una declaración que suena parecida. 1 Corintios 10:13 dice:
"No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es
Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que
dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar."
Pero note que el versículo trata sobre la tentación. Eso es todo. Usted no va a
ser tentado más de lo que puede hacer frente. Este texto no está diciendo que
usted no experimentará más de lo que pueda soportar. Esa idea no es bíblica. Si
hay algo cierto es todo lo contrario. Mire este texto:
Porque
hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos
sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados
sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza
de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en
nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos; (2 Corintios
1:8-9, énfasis del autor).
Posteriormente, Pablo escribe que cuando es débil la fuerza de Cristo
se manifiesta. En otras palabras, cuando no podemos aguantarlo más. Cuando
estamos hartos. Cuando ya es demasiado. Cuando no nos queda nada. Cuando
estamos vacíos. Cuando estamos más allá de nuestra capacidad de afrontarlo.
Entonces, en ese momento, se ve la fuerza del Dios de la resurrección. Hasta
que no llegamos a ese punto, confiamos en nosotros mismos, pensando que podemos
soportar y afrontar el problema.
No me oiga diciendo que me regocijo por el último par de semanas. No
lo hago. Ni una sola vez he bailado alrededor de nuestra casa gritando, "¡Sí,
sufrimiento!" En cambio, en medio del daño y del dolor, espero activamente
que Dios haga algo. Yo no sé qué. No sé cuándo. Pero estoy esperando que el
Dios de la resurrección nos sane. Estoy esperando que Dios nos restaure. Estoy
esperando que él redima esta situación. Estoy esperando que él haga esto y voy
a estar activamente buscando y esperando que haga algo. Creo que la espera expectante sólo puede ocurrir cuando cambiamos
nuestros débiles tópicos en una fe auténtica que se agarra a Dios con todo el
peso de nuestra emoción y dolor. Sólo entonces puede verse la salvación.
Pero ese cambio requiere coraje.